Middlesex es la indispensable segunda novela del escritor estadounidense de ascendencia griega Jeffrey Eugenides, escrita en 2002 tras alcanzar fama mundial con su primera novela de 1993 Las vírgenes suicidas, adaptada al cine por Sofia Coppola en 1999.
A pesar de no tratarse de una autobiografía, los personajes y eventos de la ganadora de un premio Pulitzer Middlesex están libremente basados en aspectos de la vida del propio Eugenides.
La novela narra los sucesos de una saga familiar a lo largo de tres generaciones, comenzando por dos hermanos enamorados que emigran a EEUU como pareja sentimental huyendo de la guerra entre Grecia y Turquía y casándose durante el viaje el barco, en el que nadie sabe que son hermanos. Una vez alcanzado su ansiado destino, localizan en Detroit a su prima para quedarse con ella, una lesbiana que aún esconde sus preferencias sexuales y la única persona que conoce la relación incestuosa de sus primos. Incluyendo de esta manera desde el principio de la historia sexualidades queer, llegamos al nacimiento de su nieta Calíope, identificada como niña por los médicos y criada como tal. Al alcanzar la adolescencia tiene sus primeras relaciones sexuales con su mejor amiga, de la que está enamorada, y con el hermano de esta, relación sexual que acaba en el momento en el que el coito resulta imposible por el terrible dolor que Cal sufre. Tras esta traumática experiencia y el desengaño amoroso con su amiga es hospitalizada debido a un accidente. Es en el hospital donde descubren que es intersexual debido a una deficiencia de 5-alfa reductasa.
Este es el tema principal de la novela, que Eugenides ideó tras leer las memorias de Herculine Barbin, intersexual nacida en 1838 y obligada a vivir como un hombre por orden de un juez al enamorarse de una mujer, por aquel entonces aún ilegal, orden judicial motivada por la heteronormatividad y el binarismo de género reinantes. Al leer las memorias consideró que eludían la discusión sobre la anatomía y las emociones de las personas intersexuales, y decidió escribir sobre todo lo que las memorias no le transmitían y que echaba en falta.
Se trata casi de una epopeya en la que Cal busca su identidad de género mientras conoce a diversos personajes, incluyendo una transexual y otra intersexual que adopta un nombre de mujer debido a sus rasgos femeninos a causa de su insensibilidad a los andrógenos, a pesar de ser cromosómicamente XY y rechazar tanto una identidad de género masculina como una femenina. Cal de hecho también va investigando identidades de género, porque sí, por mucho que la sociedad occidental se empeñe en categorizar a la gente según tópicos de género y compartimentos estanco, en la práctica la realidad humana no puede eludir los juegos y la experimentación de género.
De esta manera, Eugenides quería superar la falsa dicotomía de "nature versus nurture" (naturaleza versus educación), tan en boga hoy como si acabáramos de empezar a hablar de ello en todo el mundo, cuando ya no cabe duda de que no se pueden obviar ni los factores biológicos, ni los culturales, ni los sociales ni los psicológicos.
La novela fue aclamada y criticada a partes iguales por la comunidad queer, críticas basadas en aspectos como una supuesta heteronormatividad e incluso un supuesto esencialismo difícil de entender al ser criticado explícitamente en la novela, pretendiendo analizar psicológicamente al propio Eugenides e interpretando como errores lo que son a todas vistas aciertos. Incluso el doctor Luce, al que los padres de Cal llevan y que le asigna una identidad de género femenina que pretende completar con una reasignación genital sin escuchar ni siquiera a Cal, parece enteramente basado en John Money, el anticristo de teóricxs queer como Judith Butler o Paul B. Preciado. Y es que es en esa constante ambigüedad que se enfrenta a los simplistas binarismos en los que se basa nuestra cultura, tales como masculino/femenino, naturaleza/cultura o destino biológico/libre albedrío, donde reside todo el encanto de la novela.
Han pasado dos décadas desde la publicación de la novela. Dejo al espectador que pretenda catalogar el sexo y/o género de mis desnudos y que intente adivinar la identidad de aquellos en los que no se ve la cara, sabiendo que errará en no pocas ocasiones. Porque son una reivindicación de todo lo queer y un absoluto rechazo por el binarismo de género impuesto, y por si esto último da lugar a confusión, implica un absoluto desprecio por el movimiento TERF. Ya lo dijo bien claro Eugenides en su novela:
"No es sorprendente que la teoría de Luce sobre la identidad sexual fuese popular a principios de los años setenta. En aquella época todo el mundo se apuntaba a lo unisex. La opinión más generalizada era que el medio ambiente constituía el factor determinante de la personalidad, que cada niño era como una pizarra en blanco sobre la que podía escribirse cualquier cosa. Las mujeres se parecían cada vez más a los hombres y los hombres a las mujeres. Hubo un tiempo durante los setenta en que las diferencias sexuales estuvieron a punto de desaparecer. Pero entonces surgió otra cosa. Se llamaba biología evolutiva. Bajo su influjo volvieron a separarse los sexos, los hombres como cazadores y las mujeres como recolectoras. Ya no era la educación lo que nos formaba, sino la naturaleza. De manera que así hemos llegado a las simplificaciones que nos ofrecen las revistas y la televisión. (... ) Ahí es donde estamos hoy. Los hombres y las mujeres están hartos de ser una misma cosa. Quieren ser diferentes otra vez.
Por tanto, tampoco sorprende que la teoría del doctor Luce se viera atacada en la década de los noventa. El niño ya no era una pizarra limpia: todo recién nacido llevaba inscrita la marca de la genética y la evolución. Mi vida está en el centro de ese debate. En cierto sentido, yo soy la solución.
(...)
Yo no encajo en ninguna de esas teorías. Ni en la de la biología evolutiva ni en la de Luce. Mi conformación psicológica no concuerda con ese esencialismo tan popular en el movimiento intersexual. A diferencia de otros de los llamados pseudohermafroditas varones de los que se ha escrito en la prensa, yo nunca me sentí fuera de lugar siendo chica. Sigo sin encontrarme enteramente a gusto entre hombres.
(...)
De manera que surge otra nueva y extraña posibilidad. Debilitada, indefinida, desdibujada, pero no enteramente borrada: el libre albedrío vuelve a la escena. La biología nos da un cerebro. La vida lo convierte en intelecto."