Vértigo

VÉRTIGO


¡Parad el coche!
Aita, ¿cómo puedo estar enterrado en el cementerio si también estoy en el coche? ¿No ves la tumba con mi nombre? ¿Pero por qué no me hacéis caso? ¡Ama, te estoy hablando! ¡Dejad de reíros! ¿Estoy aquí o en el cementerio?
¿Por qué estoy tan mojado? Oh, estoy otra vez empapado en sudor tras otros siete días de carencia de párpados. No ha sido más que otro sueño disociativo. Nadie está muerto. Nadie está...
¡Aita! ¡Eras tú el que estaba enterrado! Pero no puede ser, tú fuiste incinerado... Debía de ser alguno de mis tres hermanos nonatos. Tú ardiste entre llamas que evaporaron aquella piel amoratada tatuada en mis retinas. Yo encima de ti intentando bombear la seca sangre de un corazón que no quería seguir más tiempo sujeto a la cama con correas. Dios, no quiero salir de entre estas mojadas sábanas negras para encontrarme con la única fuga del sueño que persiste en la vigilia. Un cocodrilo nacido mamífero por error. Tu función fue parir y no dar nunca lecciones sobre ningún cómo. No tienes derecho a echarme en cara que no sepa, si cuando te pregunto cierras los ojos. Pero sé mucho más de lo que crees. No tuve más remedio que escoger lo que quería aprender y hacerlo de manera autodidacta. Y lo que aprendí no ayuda aquí. Ahora entiendo haberme visto desdoblado en un mundo que no es éste. Si al menos hubiera sobrevivido alguno de tus abortos... Pero me pulí yo solo. Y a ti un diamante te parece cualquier vulgar piedra. Pues Pato y Pili me consideran valiente, ¿sabes? Y tu camino a la muerte lo has escogido tú. Ya es la última muerte. La última...
¡Salta!
El vértigo del tiempo en espiral. I hear voices sonando en Youtube y el asfalto obstinándose en no revelar ninguna identidad de cama de agua. Nos dejaste muy solos, ángel mío. Pero no te puedo reprochar que no aguantaras seguir encerrado en la torre cuyo guardián te borró matando al dragón con tres miserables sesiones de psicoterapia. Hay quien me piropea porque sobreviví al acoso, a las tres depresiones, a los treinta fenobarbitales y la hepatitis C, pero yo no puedo presumir de ser un superviviente. No se puede presumir de lo que no se quiere ser. Yo quiero vivir, no sobrevivir. No sobreviviros. Y siento a la Dama de ocho patas y alas membranosas decidiendo a la espina dorsal de quién de mi entorno abrazarse para continuar infligiéndome la misma tortura y vaciándome con más abandonos y soledades. Pero que sepas, maldita zorra, que estoy dando clases por mi cuenta, como siempre, para asesinar a la inercia. Mientras puedes meterte en tu escondite y dejar de impregnar todo con ese olor... Ese puto putrefacto olor que me deja claro que
Sé que me tengo que ir
Sé que me tengo que ir
Sé que me tengo que ir
Sé que me tengo que ir
Pero ya dije que nunca me enseñaron el cómo de nada.
Oh, exiliado... Take me away from all this death...


Josu Sein (septiembre 2017)