El errante amante homicida

EL ERRANTE AMANTE HOMICIDA
 

Siempre encontrarás más de ti mismo en las sombras, puesto que la agresiva luz diurna poca cabida da a los misterios. El día con su cegadora luz es el reino de los que aterrorizados de lo que han encontrado se niegan a buscar más y muestran lo poco hallado a modo de deformantes reflejos a ojos de los demás. La noche es el reino de quienes sin miedo o con él van realizando todos sus deseos, uno detrás de otro. En la noche te encontré. A la noche pertenecíamos. En ella vivíamos planeando cómo matar al hombre, esa nefanda especie animal, hasta que una noche me viste en celo aullándole a la luna. Aún no te habías decidido por el amor o por el miedo. Yo te obligué a que escogieras. Te hice beber toda la llameante sangre que vertían los volcanes que eran mis ojos, aun sabiendo que no recuperaría la vista de la que presumía. Tu cuerpo rechazó mi sangre. Tu alma rechazó mi esencia. Saliste corriendo sabiendo que ya no te podía ver. Pero te siento. Cuando estás cerca el sonido de tus pasos reverbera en mis ojos y mis oídos ven y siguen tus huellas. Pareciera que han pasado siglos desde que te busco y tú escapas. Tiempo suficiente para saber cómo llegar a ti. Caminaré en dirección opuesta a la tuya hasta que nos demos de bruces. No podrás escapar. Correré hacia ti persiguiendo tu silueta que la sangre aún manando de mis ojos me permita adivinar y me abalanzaré sobre ti. Tu sangre será esta vez la que penetre en mí. Condenado a mi amor, si no desechas al miedo, ya que nada haré para defenderme de tu violencia, de ti y de nadie más dependerá que vivamos o muramos, en cualquier caso unidos, en el orgasmo final. Quién nos iba a decir que los hombres asesinados podríamos ser nosotros mismos...


Josu Sein (abril 2017)