NOMBRES SAGRADOS
Los nombres con los que somos bautizados son útiles, prácticos y funcionales, pero no dejan de ser una mentira en una cultura que considera la multiplicidad un trastorno. Nuestros verdaderos nombres, aquellos que representan diversas facetas y que nos hacen tomar un aspecto diferente cuando son utilizados para llamarnos, para invocarnos, los vamos descubriendo a lo largo de la vida, hasta dejar de ser humanos para ser dioses y diablos, las 2 caras de la misma moneda. No se trata de inventarse nombres. Se trata de descubrir por diferentes medios aquellos que despiertan aspectos ya existentes. Hay gente que muere sin descubrir ninguno. Hay quien muere llevando a sus espaldas decenas de ellos. Y algunos de ellos pueden resultar peligrosos según y cómo los percibamos, porque la pura objetividad es una quimera, una zorra mentirosa de la que más te vale no fiarte. Y así encontraste uno de los tuyos, y lo utilizaste. Numaios. Al no llamarte nadie, decidiste invocarte a ti mismo desconociendo que puede implicar el repliegue hacia ti mismo hasta el punto de que tu alrededor te llega sólo bajo la forma de escurridizas sombras cuyos ecos te marean. Numaios, nacido en otro planeta, raptado por un cíclope de reducida visión espacial, rescatado y condenado a viajar congelado por el espacio hasta encontrar el reino de Hades mientras escucha las voces de los que viajan con él. Contigo. Así que al invocarte a ti mismo precipitaste tu salto del tiempo al espacio para llegar a Hades. Háblanos con esa capacidad telepática del nombre invocado mientras nosotros seguimos viajando y tú orbitas fuera del tiempo. Los que ni estamos dispuestos ni podemos dejar de sentirte te escucharemos en ocasiones, a medida que vamos descubriendo nuestros nombres y somos capaces de mirar hacia dentro. Para ello te llamo. Para ello te invoco. Numaios. Roger.
Josu Sein (marzo 2015)