A Roger días después de su suicidio
A ROGER EL DÍA DESPUÉS DE SU SUICIDIO

Las putas llamadas que sonaban a las jodidas 6 de la mañana ya no suenan, y nunca pensé que desearía tu egoísmo. Intentando siempre romper las cadenas que nos unían, la consciencia de que nunca deseé que desaparecieran provoca marcas en mis muñecas. Mientras dejas sonando el maldito vídeo de "Into the groove" de Madonna un viento proveniente de ti nos lleva a cogernos de la mano a Pere, lo que siempre quisiste, pero siempre me quedará la duda de si tus alas se desplumaron o al contrario consiguieron el cambio que les querías atribuir. Porque como dijo nuestra pelirroja predilecta, siempre me encontraba con tus escritos en mi muro. Mientras te detesto por haberme dejado un virus potencialmente mortal para nunca olvidarme de ti, vuelvo a sentir el amor que sentí cuando todo parecía encauzarse. Cuántas veces te dije que por muy sanos que sean los cereales, un celíaco va directo al hospital si los prueba, y tú no querías aceptar la analogía con tu caso. Malditos psiquiatras que deciden quién es válido para la uniforme sociedad en la que nos ha tocado vivir. ¿Pero por qué no rompiste todos los espejos que ponían delante de ti hasta encontrar aquel que no estaba manipulado? Todos cojeamos de una pata. No tenías más que sentir correr por tus venas las medicinas que te hubieran impedido tropezarte por culpa de esa cojera. Sólo nos queda unir los dispersos pedazos de cristal que uno de tus impulsos te llevó a resquebrajar, vernos en el espejo tal como tú deseabas, y anudar las roturas que el orgullo provocó en la cuerda que nos unía a todos nosotros. Porque como nunca pensé que sentiría, sigues estando entre nosotros intentando enmendarlo todo tras fallarte a ti mismo. La rabia y el amor se entremezclan en la bilis que recorre mi organismo, Roger de mis pulmones. Sigue fumando y expulsa el humo a mi boca mientras duermo, si consigo dormir, sin saber aún si he encontrado al ángel que sopla polvo de oro sobre mis párpados provocando el consecuente sueño, o al diablo que hace resonar en mis oidos tus gritos y carcajadas. Estúpida duda, porque lo único que importa, y nada más, es que te quiero, ángel mío.

Josu Sein (marzo 2015)