Pedazos rotos de mi espejo (selección de micropoemas)

PEDAZOS ROTOS DE MI ESPEJO (selección de micropoemas)


La decrepitud es el abono que ayuda a que algo bello nazca. Dudas si quieres porque quieres tus dudas cuando sabes que quieres. Hay ángeles en el infierno que también necesitan ser amados. No todos se van. Podríamos tenerlo todo si el mundo no nos tuviera a nosotros. Hagamos nuestro mundo.
 



Un urbanita con 7 ojos se pasea entre las huellas de otros para dejar su huella, emite su luz para iluminar a los que no ven, crea espacios en los que sentirse cómodo allí donde otros se tropiezan, y esculpe puertas para que nadie olvide su mundo a pesar de haber caído a éste.
 



Una luciérnaga desobediente dejó el volcán con la intención de expandir su luz allí donde los humanos han olvidado intuir. Es tan fácil perderse entre tantos templos enmohecidos... No importa. Ya ha encontrado huecos en el cemento, los suficientes como para derretir el hielo y dejar sus huevos.
 



La rabia. Dejarte las uñas en la pared para poder coger algo. Tan cansado de intentar ser físico que me he quedado flotando, pero se me puede respirar. Todo el vapor es química emocional, David de mis pulmones.
 



Qué no habrás encontrado tú, dónde estarás, para cuando llegue yo. Has viajado por cada desierto en el que he vivido, pero nos siguen separando los recursos. ¿Débil? Pocos saben lo fuerte que hay que ser para frenar todo este tiempo de inercia. Iré en contra de la naturaleza para llegar a ser Dios. Sólo pido que tu velocidad no me haga más pequeño. Seamos reyes, bailemos hasta que la carne cambie.
 



La humanidad es neutra. Y olvidadiza. No quiero ser humano. No quiero estar vivo. ¿Puede un muerto escribir?
 



La húmeda carne y la hirviente sangre, regidas por sesos entumecidos borboteando, sólo cubren y oprimen los huesos que nadie quiere. Son los vestidos de luto de la puta que soy.
 



Y si el humo que inhalo es provocado por el fuego, ¿por qué los escalofríos?
 



Y si el monstruo que odio soy yo mismo, ¿tendré que morir para matarlo?
 



Estoy demasiado muerto, lo que me hace estar demasiado vivo.
¿Utilizo demasiado la palabra demasiado? Un síntoma...
 



¿No te basta con verme arder para extender tus alas sobre mí?
 



Cuidado con lo que gritas, que el eco produce cicatrices.
 



Debilidad. Angustia. Oscurecer mis iluminaciones. Nunca llegar. Siete veces inútil. Y sigo pretendiendo crear a partir de la esterilidad.
 



Mi cama, siempre tan húmeda, húmeda de sal. La tuya, siempre tan manchada de blanco. Maldigo cada gota de sudor que cae sobre tus sábanas.
 



Yo soy la experiencia pasiva. ¿Cómo no odiar mi sangre?
 



Vivíamos en la misma habitación. Nunca me cansé de hacerle la cama. El amor en el autodesprecio. No quería ni salir a comer, me bastaba con sus sobras. Dicen que no escoges a quién amar. Tampoco por quién ser amado. Preguntándome siempre por qué llegaba cada mañana con la lengua tan roja, decidí dejarle una taza de mi sangre sobre la mesilla. Ahora me he quedado en el vacío, y la puerta está cerrada por fuera.
 



Sólo quien odia puede saber cómo amo.
 



Es verdad que todo es mentira. Si pudieras olvidarte a ti mismo beberías más sangre. Preciosa sangre corriendo entre los muslos. Tanto amor por la carne. ¿Qué es la carne sin sangre? Se lo pregunto a todo el mundo. Mi habitación, llena de misioneros que se van tirando por la ventana con cada respuesta. Cada vez quedan menos. Pronto me toca a mí.
 



Todas las bellezas. Dicen que dos diferentes. Yo que millones. ¿Qué más da si te presentan a la Luna? Una más ha cerrado la puerta. Con cada puerta que se cierra se abre una ventana que me incita a tirarme por ella, pero no. Me quedaré en la cama, mojado, acariciando hasta irritar con las sábanas los muslos enrojecidos por el agua fría de la ducha, sintiendo la sangre que ofrezco, mirando mi mano abierta que nadie más ve.
 



Fuera del mapa. Perdido de vista. Ciego de ti. Pero nada se va. El tiempo suda sangre para poder soplar y llevárselo. Otro viaje más. Quizás la próxima vez. Y hasta sin palabras queda sentir. No existe Dios ni Diablo fuera ni dentro de mí que me pueda prohibir sentirte. Moriría. Y vivo. Dios sabe que estoy vivo porque no estoy con Él. Cuando esté a su lado quedaré escrito en la sagrada historia interminable, de la mano de mi rey, David, redentos y quemados todos los libros en los que no queremos vivir.
 



1000 años de sabiduría sin haber vivido nada en 30 no dejan de ser 1000 años de lágrimas. Algunos aman sólo a los muertos. Y yo no quiero esperar. Lo quiero antes de que sea demasiado tarde, porque algún día lo será si nada cambia. No quiero esperar a los días en los que sabes a la fuerza quiénes son tus amigos. Sólo unos dedos en la mejilla pueden obrar el milagro de parar las lágrimas. Ignoremos a quien nos haya diseñado si nos va a negar la posibilidad de la realización, 7 besos en la noche que cambian la carne sabiendo todo el mundo quién sueles ser pero sólo yo quién eres.
 



Un ausente marchito preguntándose por quién, por qué pedazo de carne quiere él molestarse en abandonar la multitud. Todo fuera de su lugar, del que le daría yo si pudiera tocar el tiempo. El truco perfecto de Dios para no tener adversarios.
 



¿Por qué aquel pedazo de carne? Hay muchos más. ¿Desórdenes? En ella también estoy yo. El tiempo no perdona. Si llegaras al lugar en el que floto y nos hundiéramos nada más tendría importancia. Morimos sólo si planeamos en abstracto. Y aún hay tanto que hacer. No quiero seguir viéndome, pero mi razón para no sacarme los ojos es no perderte de vista.
 



¿Cómo resumirlo todo en un deseo? Un refugio para estómagos demasiado ácidos.
 



Preciosas gotas de terciopelo. Que no me dejan salir. Que no me dejan entrar. Que borran el hedor. Que lavan los muslos para que olvidemos lo aprendido; las normas. Que reavivan los anhelos. Que intercambian nuestros vapores permitiéndonos respirarnos. Que resbalan en luces de neón para dejarnos ver brillos. Para dejarnos hacerlo mejor.
 



Deja que los muertos hablen. Nadie mejor que un muerto para aconsejarte sobre la vida.
 



Debería escribir, me dicen, me dices. Pero no quiero hojas de papel escritas con tinta. Quiero la piel de alguien escrita con sangre y alma. Te quiero a ti.
 



Piel virgen. Sangre traicionada. Agresiones involuntarias a la dadora de vida. Invocaciones, dádivas, alabanzas buscando una nueva voluntad que enderece todo lo torcido, que debilite todos esos cuernos que atacan. Un cuerpo cambia el paisaje. Ven, la dosis bajará, la música subirá, la hierba crecerá para ti, los rascacielos crecerán para mí. Y cuando ya las nubes lleguen y bajen, ¿para qué más peticiones?
 



Y sigo buscando opiáceos de carne, hueso y sangre, que les den a los sueños táctiles la importancia que se merecen.
 



Incinerado el Ermitaño me niego a seguir esperando a que la Espera deje de esperarme obligándome a llenarme a base de carencias.
 



Con cada puerta que se cierra se abre una ventana. Te estaré esperando debajo para cogerte cuando te tires por ella.
 



Carreteras bidireccionales transitables. Los graciosos primeros días hacia una operación quirúrgica a cabeza abierta para extirparme la enciclopedia y poder leerla.
 



Recuerdos futuros de desesperantes esperanzas abren la puerta dimensional que soy dejando libre a la espiral.
 



No confundas coacción con destino.
 



Apareciste para recomponer aquel espejo roto y te limitaste a tirarle una piedra a mi reflejo.
 



Enfocaste con la linterna a la represión para que dejara de actuar en la oscuridad y la muy zorra encontró iluminado su camino.
 



Te dedicaste a perderme y lo consideraste un periodo productivo.
 



El agua que pretendes que te bailemos acabará estancada cuando desaparezcamos de las fuentes de tus saunas turcas.
 



Quien busca un chivo expiatorio lleva sus culpas dentro desde un primer momento.
 



Estoy enamorado de tu recuerdo.
¿Cómo amarte ahora cuando te has convertido en lo que tú mismo odiabas?
 



Y mediante pareidolias y trampantojos íbamos conformando nuestra realidad.
 



Dicen que todo depende de cómo juegues tus cartas. Pero yo no sé jugar a cartas.
 



Es vana tu obsesión por la apariencia. Lo más difícil de mantener en secreto es un secreto.
 



Ningún oftalmólogo supo borrar la cruz roja y blanca de sangre y semen que tatuada sobre mi retina obstruía con su reflejo mi pupila carente de negro condicionando mi visión. El oculismo de precisión desató su poder.
 



No me consideréis amigo de la muerte ni de la nada.
Mis colores favoritos son el negro y el rojo.
El negro, por el oscuro limo que las inundaciones del Nilo depositaba sobre las tierras, fertilizándolas y asegurando el éxito de las cosechas y la supervivencia de los egipcios antiguos.
El rojo, porque la sangre es la vida.
Lo bien o mal que me lleve con la vida y mi relación de amor-odio con ella es un asunto totalmente diferente.
 



Alicia cae dentro de sí misma mientras grita que abran el tejado del invernadero de daturas. El ciclón de Dorothy despeina a Alicia y se saludan. Dorothy, harta de hombres cobardes, sin corazón o sin cerebro, pregunta intrigada sobre el descomunal tamaño del instrumento del Sombrerero Loco. Compruébalo tú misma con el Conejo, responde Alicia. Y yo despierto deseando penetrar ese Conejo con el endurecimiento que me provoca la imagen de Laura Palmer previa a la vigilia, ella cerrando los ojos y yo abriéndolos.
 



Dejé de buscar opiáceos de carne, hueso y sangre que les dieran a los sueños táctiles la importancia que se merecen en cuanto supe que tu vía láctea me quitaría la sed, pero tú siempre le diste la espalda a tu deseo negándote a ti mismo y me prohibiste cruelmente beber tu zumo de supernova únicamente porque los dos producimos leche. Por mucho que disputes con los géneros, siempre me encontrarás esperando, abajo, tumbado entre tus piernas.
 



Tan orgulloso de adormecer los sentimientos y derramar mi sangre con la intención de ser el Único Poderoso con tu traje nuevo del Emperador que no te diste cuenta del suicida acero en tu pecho y de ese río de sabroso hierro cayendo frente al Último Espejo que reflejó tu odio hacia tu amor por mí obligándote a vislumbrar mi límpida imagen del Cuarto Arcano tras el agujero en el cristal que era lo único de ti capaz de reflejarse agujero y nada más.
 



Voluntad expresada en forma de adicción producto de una previa decisión. Insistí en relacionarme contigo por vía intravenosa para ser penetrado y recorrido por tus fluidos sobre los que con el fin de impedir que manen libremente se construyen nombres e imágenes adjudicadas a tu persona por tu reflejo en espejos deformantes, aun sabiendo por experiencia que un fallido intento de unión podría provocar que te rechazara y vomitara hasta que ya nada de ti quedara dentro de mí.
 



Cómo sentirme amado cuando pretendiendo demostrarlo me miras incesantemente a los ojos sin jamás penetrar mis pupilas.
 



Me perdí en ti. Te perdí y me perdí.
 



Me casaron con el Tiempo que celoso del Espacio me mantiene en la Estasis viendo la vida pasar y sin poder divorciarme porque el proceso requiere Tiempo, que es precisamente el celoso con quien me casaron mientras yo aún me masturbo fantaseando con mi deseado Espacio.
 



Algunos se acercan cada día durante horas a una estufa siempre a una distancia prudencial. Otros pisamos descalzos el fuego durante cíclicas noches de San Juan, y la intensidad de un solo segundo queda tatuada para toda la vida en forma de cicatriz.
 



Las raíces no dejaban abrir sus alas a la criptorquidia que cayó a la tierra.
 



Me convertiré en mi propia pesadilla para ser capaz de matar al monstruo.
 



Veinte años escribiendo únicamente con punto y seguido y sin apenas comas para provocar una vertiginosa reacción en el lector, ¿y me pides ahora que aprenda a poner puntos y aparte en mi vida?
 



Date prisa en tomarte tu tiempo. Para que algo pueda pasar a ser memoria debe ser primero vivido.
 



La supremacía del cuerpo atropelló a mis gatos chillando en mis retinas el día que David me dijo: “Si fueras mujer...”
 



Supe que ellas dominaban el mundo cuando David me dijo: “Si fueras mujer...”
 



El sueño me ha abandonado, como te abandonan esos falsos amigos que son como etéreos fantasmas a los que no puedes tocar aunque ellos te puedan herir. El día que duerma profundamente morirá mucha gente.
 



No te soy,
y me veo abandonándome sin ti
al vacío del querer no ser
del que siempre he intentado huir.
 



Desposeído de alas y raíces, me encontrarás por el reguero de sangre que deja mis rodillas mientras me dejo la piel y la vida esforzándome en aprender a caminar en un mundo en el que sólo deseo flotar.
 



Eres la colilla tirada al charco que me empeño en intentar encender.
 



Si consigo hacer temblar al miedo aumentará mi densidad ósea. Pero no sé cómo. No creo saber el cómo de nada.
 



Sonaron las sirenas que me empeñaba en dibujar. Ninguna alarma en el supuesto continente sin contenido de la obsesiva colección de gomas de borrar y pastillas de jabón de un niño. 30 años después puedo vestirme de plata por seguir llevando la hibridación hasta sus últimas consecuencias.
 



Tus demasiado no llegan ni siquiera a ser un pedazo de mis (in)suficiente.
 



Te exijo,
como quien te exige que me llores nomeolvides,
que no te cierres hasta que acabe de
leerte.
 



Olvidé mi pavor a la infancia y a la muerte y como niño me hice amigo tras unas tímidas palabras de uno de mis otros yoes enterrado en el cementerio del pueblo. Nunca he sido práctico. ¿Qué podía hacer con aquel niño al que le estaba prohibido salir de su tumba? Nada más que hacerle compañía. Nada más que hacerme compañía. Por la pena que me daba al aparecer en este universo dentro de una tumba a la salida del agujero de gusano. Por la pena que me doy sepultado por un mundo en el que no me sé mover preguntándome por qué se me colocó en este rincón del multiverso.
 



No hay nada nuevo que descubrir en la luz, mientras que siglos en las sombras proporcionan a los eternos buscadores una férrea sabiduría de la que muchos tienen miedo. No lo tengas. Rasca un poco dentro de ti, sufre por el lugar que otros te han obligado a ocupar sin que te correspondiera, y córrete sobre ellos.
 



Ten cuidado de hacer de alguien tu todo porque te puedes quedar sin nada. Ten cuidado de intentar hacer de ti mi todo, porque puedo hacer que acabes sintiendo que no eres nada.
 



soledad por placer
compañía por precaución
existencia por autocastigo

me pusieron un 0 en el examen del que nunca nadie me enseñó el contenido

demasiado contenido
falta de contenido
demasiada falta de contenido

fóllame
mátame
hazme aprender que el contenido tiene sentido
 



Escribo mi diario cada noche sobre tu piel para aprender a dejar de contener mi vida.
 



Apunto la pistola a mi propia cabeza para evitar preguntarme si me conviene más quedarme en mi habitación hasta que el techo se me caiga encima o tomar el camino de baldosas enmohecidas por el que tantos y tantos se han encontrado con el Mago AtrOz.
 



Grítame todo lo que quieras. Son desagradables y molestas señales de que seguimos vivos y entrelazados. Tu mortecino silencio es el que me inflige un dolor que me va matando.
 



Desgraciado tu desagradecimiento hacia mi sal que tus glaciales impulsos dejan carente de gracia.
 



El insomnio es la muerte del vampiro en la que el ansia se perpetúa.
 



Pedí al aire, a nadie en concreto, craso error ya que Yahvé me escuchó antes que Satán, que se me concedieran raíces o alas. Tan solo unas u otras me eran suficientes. Ahora me han crecido en la espalda ramas que me impiden levantarme.
 



Me pidió textos desde el corazón, pero no el corazón de los textos.
 



Mánchame de hierba, del gris de las rocas. Frótame con tu aliento. Deja los ojos cerrados para que lo ajeno no rasgue tus pupilas y se tatúe en tus retinas. Respírame como yo respiro tu piel. Déjame tocar tu metal. Descansa, pasemos una temporada en el infierno. Tus largas pestañas que compiten con la hiedra. Tu efecto hipnótico sigue creciendo. Mánchame de blanco.
 



Dices amarme por ser yo mientras mi vida consiste en ser uno de los peones de tu partida de ajedrez. Sigue moviéndome mientras me siga dejando. Mientras no me plantee si puedo o quiero pararlo.
 



El Deseo y la Empatía se enemistaron cuando la Empatía comenzó a desear y el Deseo a empatizar, aterrorizados por ver sus espacios invadidos, malogrando la concepción del Amor y facilitándole al panóptico Egoísmo la subida a su elevado Trono, desde donde disfrutaba de la pleitesía que le rendían todos aquellos a los que confundía y enemistaba lanzándoles a cada uno de ellos su propia Verdad cuyo lenguaje era necesariamente el de la Mentira para mantener su deformada integridad y no hacer frente al terror que les provocaba la Empatía y el Deseo por los demás.
 



La perfecta música de las esferas
las mudas esferas de cristal que haces sonar
lanzándolas contra el espejo que comienza a sangrar
cada vez más lentamente al ritmo de los pedazos de cristal
que van cayendo sobre el rojo mar
en el que tu rostro se comienza a rasgar
y ese hermoso sonido de las gotas al chapotear
pero la pesadilla de sus ondas desafinar
y el dolor del líquido confundiéndose sin parar
con el tiempo que amenaza con acabar
tic tac tic tac tic tac tic tac tic tac
tic tac tic tac tic tac tic tac
tic tac tic tac tic tac ti
c tac tic tac tic t
ac tic tac t
ic tac ti
c tac
 



El peligro de empeñarte en buscar tus raíces, es quedar sepultado por la tierra.
 



¿Sería a caso mi razón de ser protegerme de los antiidentitarios, tan idénticos y fundidos entre sí, para preservar mi identidad y seguir bailando entre individuos?
 



Empecé a escribirte para empezar a pensarte. Empecé a escribirnos para empezar a pensarnos. Deseando a través de tu cuaderno de cumpleaños dejar de ser escrito y pensado por los demás.
 



Llevo con orgullo tu collar de salivazos ahora que te has quedado seco pero me has humedecido de ti, que perduras en mí.
 



Ciego por el alfiler que se me clava cada noche en la pupila desde que no te sé. La maldita espiral hará que dentro de poco los pequeños agujeros acumulándose hayan creado una nueva pupila, y ya no sabré a qué recurrir cuando de nuevo no haya nada más que luz y tú no estés en ella.
 



Los nomeolvides que llevaba sujetos al pezón se marchitaron y cayeron junto a él dejando que las Damas Rojas que me daban la vida escaparan de mí justo ahora que las quería conocer y ellas sólo empañaban mi reflejo en el espejo.
 



En el cristal pisado, el charco de sangre.
En el charco de sangre, tu reflejo sobre mí.
En tu reflejo sobre mí, mi herida sangrante.
En mi herida sangrante, hilo y aguja.
En el hilo y la aguja, aquella cicatriz.
En aquella cicatriz, mi antiguo tatuaje.
En mi antiguo tatuaje, tu recuerdo en pasado.
En tu recuerdo en pasado, mi eterno presente...

 



Llegaré a ser un alquimista y transformar el dolor en piedras preciosas y pétalos de flores. Sabes que los nomeolvides son mis predilectos. ¿Por qué quedarnos con el dolor si podemos adormecer la presión?
 



Probaste mi sangre. Probé la tuya. Fabricamos el narcótico perfecto a partir de pedazos de nuestra piel sin desear ninguna vuelta atrás, y ahora tenemos el poder de convocar a los relámpagos.
 



Que todos esos pedazos de muerte que destrozan vidas y se hacen pasar por nuestras voluntades no se alimenten de nuestro fuego.
 



Me soltaste la mano y me empujaste porque yo te estaba sacando de la medicalización y tú regresaste a ella, contento, a pesar de haberte perdido a ti mismo, de ver las sonrisas de tus pastores tras haberte encontrado. Me gustan más los gatos que las ovejas y tú ni siquiera eres negro. Mientras yo te acumulo entre los demás mensajes intersticiales que se me prohíbe eliminar, tú odias amarme por verte encerrado en medio del rebaño. Yo no puedo establecer tal oposición, puesto que sólo quien odia puede saber cómo amo.
 



Te lloré nomeolvides. Me rajaste los ojos. Te escupí hasta la boca la sangre que se corrió hasta la mía y te besé hasta ahogarte. Tranquilo, mi sangre es tu vida y aquí sigues. Sólo ahora te permitiría seguir repitiendo que todo ha de ser siempre como yo quiero y que siempre me salgo con la mía, si no fuera porque el hierro ha sellado nuestras lenguas y te mamaré cada sonido que emitas.
 


 

Abriste mis amapolas en vertical esperando ver la culpa fluyendo en su savia, sin reparar en que la culpa, la que siempre llevaste dentro nutriéndote como sangre infectada y condicionando tu vida, se encontraba en el reflejo del espejo en que te mirabas cada mañana.
 


 

Estoy triste porque te amo y mi evolución nos separará. Mientras tu terapia consiste en cargarte de culpas que clavabas en mí para sobrevivir a ellas, la mía, que ya está surtiendo efecto, consiste en liberarme de toda culpa ajena a mí y desaparecer de la vida de toda la gente que busca un chivo expiatorio. Si algo no ha cambiado en mí es que sigo yendo contracorriente.
 



El ansiado apocalipsis llegará el día en que a un centro de desintoxicación acuda un confeso adicto a la imagen social de la corrección.
 



Mis costillas se curvan como erectos cuernos de marfil en un cementerio de elefantes en el que el perfume y el hedor se confunden.
 



Contento de haber conseguido hacerme desaparecer por odiar amarme, la sangre que crees que mana de mí no es más que la tuya reflejada en tu roto espejo.
 



Josu Sein (2000-2022)