CARTA A DAVID
Ahora que sé que quiero ser feliz, no sé qué es lo que tiene valor, quién puede hacer que yo tenga valor. Deberíamos haber subido hasta la cima. Siempre haciendo agujeros en el suelo. No han sido los suficientes días, yo no he sido lo suficiente. Mi carne equivocada para mi elevación. Tu colchón sonando otra vez lejos de mí y mis dedos goteando sangre, intentando congelar el momento exacto en el que perdí mis años más sentidos, el sentimiento de que alguien pudo haber trascendido la carne para llegar a la sangre. La que me sigue goteando por los dedos. Preciosa habitación blanca manchada de rojo. Y yo queriendo poder dormir para que tu fantasma no esté dentro de mí aunque sólo sea por un momento. Pero siempre lo estará. Ahí estarán todas las imágenes ardiendo. Y las dudas. Buscar en otro sitio o no. El miedo a que si me quedo esperando en mi habitación el techo se me caiga encima por haber creído que huir es de cobardes. Hoy he decidido ser valiente, y me vuelvo a arrepentir, porque no sé si ha sido una cobardía. Pequeño masoquista... Pensé que estaba preparado para cerrar y seguir, pero el libro sigue abierto y la historia inacabada. Hace tan sólo unos meses pensé que el camino se estaba abriendo. De tu boca salieron palabras que hacía años no escuchaba, unas palabras que usas con otra gente sin ese miedo. Pero cerraste la boca otra vez, tanto que tu alma se cerró también, sólo que la mía sigue abierta. Y dicen que hay que saber esperar. Ya he esperado todas las edades que no he vivido pero sí sentido. Sé que es inútil seguir esperando con el cuerpo doblado días más soleados, pero me gustaría que supieras que puedes coger todo lo que quieras de mí a cambio de un pedazo de tu piel para sintetizar el narcótico perfecto. Un trato es un trato. Porque pensaba que al fin y al cabo, si yo te siento puede que tú a mí también. Yo recogeré todas las plumas que se desprenden de tus alas, toda la bilis que mana de tu alma. Llenaré de ti mis vacíos armarios decorándolos con preciosos frascos de cristal llenos de formol y pedazos de tu cuerpo y mente, que no puedo separar. Pero no duramos para siempre. No sé a dónde queremos llegar, pero si lloro y no duermo es porque nunca llego a ninguna parte. Mientras el helado se derrite no te enfades contigo mismo, querido osito de peluche, por no tener garras. Si no puedes aferrarte a lo que siempre fue, aférrate a lo nuevo. No necesitas alardear para demostrar tu fuerza.
Palabras que te dije y que se han quedado en un punto muerto, entre vacías y dañinas, al darme cuenta de que me toca decírmelas a mí mismo también. No sé si eres tú o yo el que está corriendo demasiado deprisa, pero nos estamos perdiendo de vista. Ayer estaba seguro de que eso era precisamente lo que quería, ahora me gustaría darle la vuelta al tiempo. Aún te quedan los 7 nomeolvides que dejé a tus pies. Y por favor, porque sé que todavía estás ahí dentro, vence al ultracuerpo que te ha invadido, porque todo lo que no concluyes, así quedará si mañana morimos.
Todo el alimento mal soñado de los últimos años desvaneciéndose antes siquiera de haberlo probado. Y ahora sólo me queda desear que se desvanezca cuanto antes. No quiero más monos con todo ese miedo a la carne completa. Quizás algún día los monos humanos pasen a ser arquitectos de su propia vida.
Todo el dolor que se plasmó tiempo atrás en estas palabras ya ha desaparecido. No te necesito. Simplemente te quiero. Ahora sé que soy yo quien se tiene que hacer valer.
T'estimo...
Farewell...
Josu Sein (2002)